Onofre Aguila Parra:
"Yo no nací en esta tierra, pero siempre la quise mucho"
El querido timonel recordó los tiempos en que surgió su espíritu de lucha
Ni cansino, ni presuroso, sólo firme y con la cabeza en alto. Así camina Onofre Aguila Parra, un hombre de 93 años que sin ser oriundo de San Antonio, se ha transformado en uno de los más dignos representantes del puerto.
Lejanos están los días en que este hijo de Machalí hizo el servicio militar en la Armada de Chile, pero en su mente están nítidos los recuerdos de esos años en que su comportamiento era el de un joven impetuoso, inteligente y trabajador. Hoy, sin uniforme, sigue siendo el mismo. Los golpes bajos no le cortaron el cuerpo a este chileno con alma de colocolino. Onofre Aguila en San Antonio fue conocido como dirigente del Sindicato de Estibadores y también de la Central Unitaria de Pensionados y Montepiadas de Chile (Cupemchi). Su vida laboral partió como trabajador del Ministerio de Fomento. Ahí colaboró en la construcción del antiguo camino Santiago-Valparaíso. También fue minero, actividad en la que asegura que "me libré de varios accidentes". Al Litoral Central llegó luego que fuera despedido por pelearse con un joven ingeniero en Concepción, donde era parte del equipo que levantaba los puentes que el terremoto del ´39 arruinó. "Como yo soy de los que no aguanta pelos en el lomo, tuve una pelea con este ingeniero nuevo. Él me sacó la mamá y yo le pegué un combo", contó sobre el episodio. Y así emigró hasta una mina de cal que existía en el sector de El Membrillo, en El Tabo. Desde esa pega también lo echaron, pues tuvo la "jodida idea" de formar un sindicato. Su espíritu combativo le cobraba la primera mala jugada. Vendrían peores. Un día de esos, cuando recién había terminado la Segunda Guerra Mundial, Onofre llegó a San Antonio para almorzar en un local del puerto. Pensaba irse de esta comuna, pero sorpresivamente se quedó . "No sabía nada de ser cantero, pero nos fuimos para Lo Gallardo a trabajar con un amigo en eso", comenta. "la alfalfa no es para los burros" La viudez en que había quedado tras la muerte de su primera esposa, Rosa Araya Yévenes, no le impidió acceder a una segunda oportunidad sentimental. En San Juan, en la fábrica Rayonhil, conoció a Otilia Maturana Gutiérrez, la mujer que le ayudó a ser feliz junto a los cuatro hijos que criaron con mucho cariño y apegados a valores de respeto familiar. "Yo la vi y me gustó altiro, pero ella me dijo ´la alfalfa no es para los burros´. Al poco tiempo empezamos a vernos en la Plaza de Llo Lleo e hicimos amistad", recordó sobre el idilio que sostuvo con aquella mujer que penosamente hace 5 años murió. Años después trabajó como albañil en la formación de los cimientos del balneario de Santo Domingo. "Fui presidente del Sindicato de la Construcción cuando habían 4 ó 5 mil socios", apuntó. Y pronto llegó al puerto de San Antonio, donde se desempeñó como estibador y fue uno de los más prestigiosos dirigentes, ganándose el respeto de todos sus compañeros también en el Partido Socialista, del cual ahora está retirado. De hecho, era el representante de la Unidad Popular cuando sobrevino el Golpe Militar, tragedia que le significó estar 7 meses "en el campo de concentración de la Escuela de Ingenieros Militares de Tejas Verdes". Ahí fue horriblemente torturado, para después ganar su libertad. Atrás quedaron esas noches de encierro para el olvido, en las que aprendió a creer en Dios y a orar. "Yo era completamente ateo pero de puro afligido empecé a rezar porque mi señora era muy católica", aseveró. Compartir
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Aguilla junto al ex Presidente Ricardo Lagos
"La alfalfa es para los burros"
La viudez en que había quedado tras la muerte de su primera esposa, Rosa Araya Yévenes, no le impidió acceder a una segunda oportunidad sentimental. En San Juan, en la fábrica Rayonhil, conoció a Otilia Maturana Gutiérrez, la mujer que le ayudó a ser feliz junto a los cuatro hijos que criaron con mucho cariño y apegados a valores de respeto familiar. "Yo la vi y me gustó altiro, pero ella me dijo ´la alfalfa no es para los burros´. Al poco tiempo empezamos a vernos en la Plaza de Llo Lleo e hicimos amistad", recordó sobre el idilio que sostuvo con aquella mujer que penosamente hace 5 años murió.
Años después trabajó como albañil en la formación de los cimientos del balneario de Santo Domingo. "Fui presidente del Sindicato de la Construcción cuando habían 4 ó 5 mil socios", apuntó. Y pronto llegó al puerto de San Antonio, donde se desempeñó como estibador y fue uno de los más prestigiosos dirigentes, ganándose el respeto de todos sus compañeros también en el Partido Socialista, del cual ahora está retirado. De hecho, era el representante de la Unidad Popular cuando sobrevino el Golpe Militar, tragedia que le significó estar 7 meses "en el campo de concentración de la Escuela de Ingenieros Militares de Tejas Verdes". Ahí fue horriblemente torturado, para después ganar su libertad. Atrás quedaron esas noches de encierro para el olvido, en las que aprendió a creer en Dios y a orar. "Yo era completamente ateo pero de puro afligido empecé a rezar porque mi señora era muy católica", aseveró. su nombre en el comercial De su propio legado, Onofre Aguila destaca la dura batalla que en la década del 50 dio junto a otros dirigentes para que se construyera el Liceo Juan Dante Parraguez, el antiguo liceo fiscal donde él fue presidente del centro de padres. "Con los estibadores paramos el puerto para exigir la construcción del liceo y vino el ministro de Educación para solucionar el problema", rememoró. Por esto, más allá de los homenajes que ya le han regalado en San Antonio, entre ellos la nominación de ciudadano ilustre, Aguila dice que considera justo que al menos el Instituto Comercial Marítimo Pacífico Sur lleve su nombre. "Yo no nací en esta tierra, pero siempre la quise mucho porque aquí formé mi hogar y mi familia. Mis hijos me han llenado de alegrías", expresó. Y quizás por esa razón sus críticas son para "los que atornillaban al revés con el proyecto del casino". Hoy vive en Villa Las Dunas, en una casa ubicada justo detrás del Instituto Comercial. En esa morada Onofre pasa los años saltando con fortuna los embates de la enfermedad, pero no se cansa de defender los derechos de los jubilados. Se reparte entre el cariño de sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. "Nunca ellos me han abandonado", cuenta este verdadero capitán Arturo Prat mientras se alegra y espera las últimas vueltas de su vida junto a Esmeralda, su actual enamorada y compañera. TEXTO: RODRIGO OGALDE |